2.2. La entrevista en la comprobación de hipótesis
A la hora de la comprobación de las hipótesis se puede recurrir a la entrevista, que, en este momento, como técnica de segundo nivel, debe con- templar contenidos específicos relacionados con las hipótesis que se pretenden comprobar. Para esta finalidad suelen adoptarse formatos semiestructurados y estructurados.
El conjunto de hipótesis que se generan en el proceso de evaluación y que han sido objeto de explicación en el capítulo correspondiente se basa en los supuestos de cuantificación, semejanza y asociación predictiva.
2.2.1. Comprobación de hipótesis basadas en el supuesto de cuantificación
El supuesto de cuantificación, tal como se ha expuesto en los capítulos 2 y 3, es el soporte de cualquier estrategia encaminada a probar si se produce un determinado fenómeno y a establecer la medida en la que se produce. Los desarrollos conductuales pueden considerarse preferente- mente centrados en el supuesto de cuantificación, en tanto que ayudan a identificar la presencia o ausencia de comportamientos concretos en un sujeto determinado, por ejemplo comportamientos deficitarios o excesivos.
2.2.2. Comprobación de hipótesis basadas en el supuesto de semejanza
En la comprobación de las hipótesis formula- das sobre el cumplimiento, en un fenómeno, de características semejantes a otro fenómeno, previamente descrito e incluido en categorizaciones o descripciones más o menos operativizadas, la entrevista ocupa un papel predominante.
2.3. La entrevista en la comunicación de resultados
Al concluir el proceso de evaluación es preceptiva la comunicación de los resultados a la persona o personas (clientes o pacientes) que han solicitado atención psicológica (Fernández-Ballesteros et al., 2001). Los resultados deben quedar recogidos en el informe, cuyos requisitos se han descrito en el capítulo 2.
3. ANÁLISIS DE LA INTERACCIÓN
La respuesta que se obtiene de una persona, ante una pregunta formulada por otra, es dependiente del comportamiento de ambas o, lo que es lo mismo, es dependiente de la interacción de ambas personas (Cannell y Khahn, 1968). La consideración de la información como pro- ducto de la interacción ha llevado a revisar asunciones tradicionales que inducen expectativas tales como que cualquier persona, por el hecho de ser preguntada, va a poner de manifiesto la información que se desea o se necesita, con independencia de la motivación de quien es interrogado, del formato de la pregunta, del comportamiento verbal y no verbal o del rol de quien pregunta.
3.1. El entrevistador
El entrevistador es el responsable de dirigir y controlar los aspectos que forman parte de las secuencias complejas del comportamiento interactivo, es decir, de conocer y controlar los comportamientos verbales y no verbales, de manejar la información procedente de estos dos canales y controlar la distribución de roles, además de asegurar su conocimiento sobre la naturaleza de los contenidos sobre los que se va a producir la interacción.
3.2. El entrevistado
En relación con el entrevistado es especialmente relevante su disposición a facilitar la información requerida y el tipo de elaboración que, previsiblemente, requieren las respuestas. La disposición de las personas a facilitar la in- formación que se requiere de ellas depende en primer lugar de la motivación con la que asisten o se ven implicadas en la evaluación y, en segundo lugar, de la eficacia con la que el entrevistador ponga en marcha recursos facilitadores, mediante un comportamiento empático y mediante el manejo de refuerzos.
GARANTÍAS DE LA INFORMACIÓN
La utilidad de la entrevista ha sido indiscutible por ser el primer contacto con una persona, por facilitar la observación y por ser un medio adecuado para concitar confianza, credibilidad y colaboración. Más discutibles han sido sus propiedades como instrumento de evaluación. Existen dos opciones para afrontar esta cuestión: de un lado, se puede conceptualizar la entre- vista como un método cualitativo, desde una perspectiva constructivista (Fontana y Frey, 2000), y, de otro, se puede entender como cualquier otro instrumento estandarizado de evaluación; en esta segunda opción es exigible demostrar que los datos sobre fiabilidad y validez apoyan su utilización.
4.1. Garantizar la relevancia de la información
Anteriormente se ha insistido en el objetivo de conseguir la máxima información posible, pero este objetivo puede ser insuficiente si la información recabada no satisface adecuadamente los elementos de indagación previstos. La relevancia de la información representa el grado de ajuste entre la información que se requería y la información conseguida.
4.2. Asegurar la fiabilidad y validez de la información obtenida
Una vez que se ha elicitado la información y que se ha conseguido dirigirla para que sea preferentemente relevante al caso o pertinente al con- junto de preguntas que se han formulado, hay que asegurar que la información obtenida se ajusta a lo que se pretendía indagar y se ajusta bien.
Estrategias de muestreo
Estas estrategias consisten en recabar un nú- mero representativo de descripciones sobre el comportamiento de la persona evaluada. Por ejemplo, suponiendo que estemos interesados en averiguar el tipo de actividades que realiza una persona y qué define su perfil de actividad, una opción es preguntar directamente: ¿Qué actividades realiza normalmente?, pregunta con la que dejamos en manos del sujeto la selección y rememoración de los datos.
Las estrategias de reconocimiento
Estas estrategias están encaminadas a facilitar la identificación de los datos por parte de la persona entrevistada y requieren que se conozcan previamente el conjunto de las posibilidades para mostrárselas al entrevistado (Pope, 1979).
Es fácil disponer de listados, probadamente exhaustivos, sobre comportamientos relacionados con determinados hábitos —por ejemplo, hábitos alimenticios o hábitos de estudio—. Si utilizamos estos listados para que el entrevistado identifique cuáles de los contenidos corresponden a su conducta habitual, estaremos introduciendo una estrategia de reconocimiento, lo que, con una alta probabilidad, permite conocer los comportamientos habituales, al mismo tiempo que se controla la tendencia a generalizar, minimizar o exagerar los datos en función de la importancia que les concede el paciente, de la distancia temporal o del esta- do de ánimo del entrevistado.
4.3. El nivel de estructuración
La estructuración de la entrevista contribuye a las garantías de la información obtenida (Wright et al., 1989), si bien el entrevistador debe decidir siempre el grado de estructuración que va a adoptar para según qué contenidos (Wiens, 1990).
Una buena parte de los trabajos relacionados con la estructuración y sus efectos proceden de la consideración de las garantías de la información obtenida mediante entrevista en relación con el proceso de evaluación (De Bruyn, 1992) y sus resultados concluyen con la recomendación de realizar entrevistas sistemáticas y comprensivas (Snyder, 2000), conclusión que se deriva de la comparación entre aplicaciones de entrevistas con distinto formato y aplicadas por expertos clínicos, mediante soportes informáticos o por clíni- cos, utilizando una herramienta informática.
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